miércoles, 25 de noviembre de 2015

Los Lakers como un juguete

 Foto:@WARRIORS



Después de ganar a Clippers y Bulls y evitar sorpresas en el habitualmente complicado paso por Denver, el partido del récord sonaba a trámite: los depauperados Lakers (2-12 ya) en el Oracle. Lo fue porque lo tenía que ser. No había forma de imaginar otro escenario ni condimentándolo con toda la historia de milagros épicos y decepciones imposibles de la historia del deporte. Los Warriors iban a ganar este partido y los Lakers lo iban a perder y no iba ni a sobrevolar otro escenario posible. Y así fue. Y desde luego había algo simbólico en que precisamente los Lakers fueran zarandeados por estos Warriors en una noche así. Como un testigo entregado.Sois hoy lo que nosotros fuimos ayer, enhorabuena. El partido en sí duró, unos cuatro minutos. A partir de ahí un 8-7 se convirtió, visto y no visto, en un 25-7. Al final del cuarto, 30-11 con diez asistencias (para once canastas totales) de los Warriors por ninguna de los Lakers. Los locales llevaban seis triples, los visitantes cinco canastas. Con Draymond Green como absoluto maestro de ceremonias, la barrida incluía un tiro liberado en cada ataque, un gritito colectivo de admiración desde la grada en cada circulación de balón.
Los Lakers sólo se dieron una capa de maquillaje entre el segundo cuarto y el arranque del tercero, con los Warriors en ritmo de entrenamiento y Curry casi aburrido, con la mente en otra parte. De repente, al base le apeteció jugar y un 58-44 se convirtió en un 97-59 ya en el inicio del último parcial y con la bandera blanca desplegada. Tregua definitiva. En ese tercer cuarto (35-17) Curry anotó 14 de sus 24 puntos y repartió 4 de sus 9 asistencias. Apenas jugó 30 minutos. Como Green, que dio otro de sus ya habituales recitales a menos de tres meses de jugar su primer All Star. 18 puntos, 7 rebotes, 5 asistencias. Vuelvo a Curry: ha igualado la segunda mejor marca de partidos consecutivos anotando al menos un triple (los 89 de Dana Barros). Al fondo, los 127 de Kyle Korver. Ha metido ya 78, récord absoluto en los primeros 16 partidos de una temporada (lo tenía Baron Davis desde 2003 con… 61). El ya destacadísimo aspirante a repetir MVP, y sin tanto debate ni con Harden ni con nadie, promedia 4,8 triples por noche. Por lo que está en ritmo de acercarse a los 400 en la temporada. La pasada, recuerdo, dejó su propio récord en 286. Es sencillo: todo en estos Warriors da vértigo, así que conviene verles jugar y no pensar demasiado. Sólo verles. Y sonreír.
¿Y los Lakers? Este es día de hablar de los Warriors, no de su telonero. Fueron, con Byron Scott ensayando sus inocuas poses de tipo duro, lo mismo de toda la temporada sólo que esta vez ante un equipo superior a todos los que les han ganado hasta ahora. Sin dureza ni cohesión defensiva, sin continuidad ofensiva. Con, eso sí, buenas sensaciones de Randle y un progresivo pero prometedor crecimiento de Russell, que jugó, entre restos de naufragio, un buen primer tiempo. Ellos son el futuro de la franquicia. Kobe Bryant es ya pasado. Glorioso, inolvidable y eterno. Pero pasado. esta vez 1/14 en tiros con un 1/7 en triples para 4 puntos. En una temporada en la que no apetece verle jugar, no así, y en la que está tirando peor, por volumen y porcentajes, que cualquier jugador en más de 60 años. Con él se está yendo, se ha ido ya, una época. Y, siempre es así, ha empezado otra: la de los Warriors de Stephen Curry, del primer 16-0 de la historia y de muchas más cosas maravillosas que están por venir. Seguro: hay que verles jugar. Cada noche.
JUANMA RUBIO

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