sábado, 31 de enero de 2009

59 segundos


El Real Madrid ganó un pequeño tesoro en la Euroliga a fuerza de tesón y confianza para encarar un derbi continental que el Barcelona dominó hasta que el cronómetro empezaba la cuenta atrás y ya pensaba en la felicidad de un triunfo repleto de significados que cedió por inferioridad de carácter.

El chupinazo de la segunda ronda europea retrató a un Barcelona confiado en lo que le viene por delante y a un Madrid convencido de que la noche del estreno internacional ponía mucho más en juego. La Euroliga, y sobre todo en la segunda ronda, ha entronizado un axioma: para avanzar hay que ganar los partidos de casa y buscar fortuna a domicilio.

Y para el Madrid siempre pareció cuestión de vida o muerte dominar al Barcelona, pese a las cinco jornadas que todavía quedan por delante hasta los emparejamientos de cuartos de final, a los que accederán los dos primeros de cada grupo.

El Barcelona nunca dejó que se le viera nervioso, agobiado o comprometido. Ahí estuvo su gran pecado. Salió a jugar a la pista del enemigo atávico como en cualquier otro asalto de los que las modernas temporadas reiteran, a veces hasta la saciedad, antes de que las consecuencias de los marcadores no tengan vuelta atrás.

Al Madrid se le vio con los rasgos de quienes afrontan una noche vital. Al Barcelona, con el perfil de los equipos que ven oportunidades en el futuro. Lógicamente, en el plano psicológico, partió con ventaja el equipo de Xavi Pascual. La diferencia de presión, mayor en los locales, soltó las muñecas azulgranas, pero alimentó la ambición madrileña.

Los hombres de Pascual ganaron el primer cuarto (19-26), cedieron el segundo por una canasta (21-19), empataron el tercero (19-19) y, cuando el último cuarto ya había descontado bastantes segundos del reloj, los madridistas todavía desconocían el sabor que tiene jugar con ventaja (62-72, m. 33).

Ahora bien, jamás habían arrojado la toalla. Al revés, nunca dejaron de apretar los dientes, de tener muy presente que en el deporte también importa la testosterona, ambición y el deseo. Reyes colocó el tanteador en 71-72 a seis minutos de la bocina. El Madrid tocaba a rebato. El Barcelona conservaba la calma, ayudado por retazos de Juan Carlos Navarro y Fran Vázquez, pero la fe mueve montañas, y los triples también.

El estadounidense Louis Bullock emergió desde el arco de triples para empatar (78-78, m.38). Llull le siguió una posesión después para incendiar Vistalegre con otra ración de la misma medicina (81-78). Ahí capituló el Barcelona, que nunca amarró lo que había sido suyo.


real madrid 85

barcelona 83

Real Madrid : López (8), Bullock (18), Hosley (2), Massey (6), Reyes (15) -inicial-, Llull (18), Mumbrú (5), Tomas (6), Hervelle (5) y Van den Spiegel (2).

Barcelona : Lakovic (7), Navarro (21), Basile (9), Ilyasova (5), Santiago (6) -inicial-, Sada (2), Grimau (5), Barton (5), Vázquez (16) y Andersen (7).

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